martes, 25 de enero de 2011

Te conocí y...


Ahí estas otra vez... te veo pasar como siempre, con la mirada distraída, con tu particular forma de caminar, sé que estás pensando en algo importante: me lo dice ese gesto que haces cada vez que juegas con tu cabello.
Espero que te detengas por un momento con la esperanza de poder contemplarte un poco más.

Sigues con tu camino y de pronto me imagino ahí, a tu lado, tomándote de la mano, me gusta pensar que esa sonrisa es para mi.
Estoy tan atenta a ti que las conversaciones pierden sonido y toda la gente a mi alrededor desaparece. Y cada vez que tu mirada, sin querer, se cruza con la mía, siento que el tiempo se detiene.

A los pocos segundos, desapareces entre la multitud y espero, como siempre, el siguiente día y hago lo imposible por estar sentada por donde sé tienes que pasar: a veces solo, a veces con otras personas, unas veces sonriendo y otras un poco triste; hay días en que llevas mucha prisa y hay días en que caminas con todo el tiempo del mundo.
Ésos son mis días favoritos.

Pero hoy fue diferente... Hoy pasaste con ella, abrazándola, y esa mujer de cabello negro se veía a salvo bajo tu brazo; te ví cuando, con sólo una mirada, le decías cuánto la querías.
Hoy tenías un brillo especial en tus ojos porque ella estaba a tu lado.
¿Qué tendrá ella que captura toda tu atención?
¿Qué te dio que hoy te ves tan enamorado?
¿Qué hizo que ahora seas tú el que siente que el mundo deja de girar cuando estás con ella?
Sonríes... Perfecto; ese es el mejor momento de mi día... Verte sonreír; y es que me pierdo totalmente cuando lo haces y eso, evidentemente se me volvió adictivo.

Y al verte así, me convencí: quiero ser yo la que te haga perder la cabeza, quiero ser la dueña de todas tus sonrisas, de todas tus miradas, quiero ser yo la que se sienta segura entre tus brazos.
Así fue... Así lo hice... Y ahora eres todo mío.

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